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El rey Acab contestó:

—Hay otro profeta, Micaías hijo de Imlá, pero lo detesto porque cuando él habla de parte del SEÑOR nunca me dice nada agradable. Siempre dice lo que no me gusta.

Josafat le dijo:

—El rey no debería hablar así.

Así que el rey Acab le dijo a uno de sus oficiales que fuera rápido a buscar a Micaías hijo de Imlá.

Los dos reyes estaba sentados cada uno en su trono y vestidos con sus trajes reales. Estaban en los tribunales cerca de la puerta de Samaria y todos los profetas estaban de pie delante de ellos. Mientras profetizaban,

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